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Tiempos de Mezanine y Platea

  • Gen Hi8
  • Feb 16, 2018
  • 2 min read

De pequeño, entre los años ochenta y noventa, los cines quedaban metidos en alguna manzana cerca a tu barrio, no estaban ni en malls, ni en complejos comerciales gigantes. Tampoco eran multisalas, a lo mucho el CC Camino Real tenía el Real 1 y 2, pero sí eran salas grandes, mayormente con dos pisos de asientos, Platea (planta baja) y Mezanine (planta alta), que por lo general costaba más y por supuesto era la preferencia de todo niño, ya que era más divertido ver la película desde lo alto, como en un balcón.

Asimismo, había un solo tamaño de canchita, en bolsa de papel marrón, con un logo que mostraba a un serranito comiendo palomitas de maíz, y un slogan que decía "Tan rico como nutritivo". Las gaseosas te las vendían en lata, con un sistema de apertura para jalar (a diferencia de ahora que es para hundir) lo que hacía que te quedes con el aro del metal desglosable en el dedo, dejando la lata cerrada y sin posibilidad de abrirla.

Eran tiempos de proyectores de films de 35 mm, y las películas llegaban en rollos enlatados (de 2 a 3 rollos dependiendo de la duración del film) y por lo general solo eran 1 ó 2 copias que se pasaban de un cine a otro, transportadas en motos que volaban para llegar a tiempo a la función del siguiente cine.

Antes de la película, al igual que ahora, los cines aprovechaban para tener una pauta publicitaria. Lo que ha cambiado es el tipo de anuncios. Hoy en día las salas cuentan con proyectores digitales, por lo que es muy fácil pasar comerciales en video. Antes, las marcas anunciantes (por lo general negocios de la zona como lavanderías, tiendas, restaurantes) solo pasaban una imagen gráfica fija, y se proyectaba a manera de diapositiva antigua.

El hecho de que la película esté en 2 ó 3 rollos, hacía que muchas veces veas un momento de negro entre que cambiaban de un rollo al otro, ó que te pierdas un pedazo de película porque enganchaban el nuevo rollo un poco más adelantado que el anterior.

Con el devenir de los tiempos modernos y las grandes cadenas con sistemas multisalas, estos cines de barrio se convirtieron en cines porno ó iglesias cristianas, y en muchos casos con las dos cosas funcionando a la vez, ya que muchos de estos cines para maximizar su rentabilidad, dividieron en dos pisos separados el mezanine y la platea, con lo que podían pasar películas XXX en un piso, y alquilar el otro a una puritana iglesia cristiana.

Obviamente lo que no ha cambiado es la emoción de ver una buena película, sin importar el tamaño de la sala, la continuidad fluida de la proyección ó la cantidad de canchita que te comas.

 
 
 

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